18 de octubre de 2007

Libro: Caleidoscopio

Redención
de: L. Claudette Conde E.

Subo por las escaleras que van al desván, en silencio, con pasos que parecen elevarme del suelo. Cada escalón indica un minuto menos para verte. Para rozar tu piel fría y transparente, que me envuelve, me seduce.

Exploro rincones oscuros, profundos, te delineo con ternura como suave pincel, te miro a los ojos e intento mirarme en los tuyos.



Me siento en el suelo, te observo e imploro algún destello o movimiento que destaque tu silueta e indique que estás vivo, que me escuchas o que tan sólo me miras.

Pocas veces entra luz en el desván, y ahora es así; pocas veces miro a mi alrededor, y ahora es así. Veo tu rostro y descubro que es un reflejo que se dibuja, que visualizo en el antiguo espejo.

Te escondo bajo mi brazo, el marco de tu prisión me lastima, camino para salir de este sombrío lugar; a lo lejos escucho el roce del viento acariciando las hojas. Llego a la puerta, desciendo por las escaleras y la oscuridad invade mis ojos.

Estoy en medio del jardín, se alumbra mi rostro, te acuesto sobre el pasto y junto piedras para formar un círculo en torno a ti, te cubro de pétalos de rosa y de gotas de rocío. Elevo la vista al cielo y lanzo un conjuro a la luna para que emerjas de tu encierro…

El cielo se torna en un rojizo intenso, mi cuerpo se hace líquido, mi sangre se convierte en tinta; lentamente atravieso el cristal que te protege y caigo sobre ti, sin fuerza.

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