19 de julio de 2014

Paseo Siniestro

de: L. Claudette Conde E.

"Los escritores solemos reflejar en los textos nuestros miedos, anhelos o experiencias, o tomamos las anécdotas de alguien más como pretexto para crear una historia. A veces, simplemente, elegimos un tema que nos interese, investigamos, imaginamos las emociones del personaje y nos ponemos a escribir. Este texto en especial lo hice como denuncia. Por lo que manejo un tema bastante fuerte y a más de alguno lo podría impresionar, es decir, léanlo bajo su propio riesgo. Lo escribí en el taller "Sin Margen" y en una lectura que se realizó en Casa Vallarta, entre el público presente generó un silencio impresionante, llenó la atmósfera de suspenso y nadie estaba platicando con otro o distrayéndose, al contrario, estaban escuchando con mucha atención". LCCE 

Caminaba por las calles nocturnas y silenciosas con la esperanza de llegar tranquilamente a mi departamento. En esa semana varios contratiempos habían acompañado mi camino; entre ellos, dos asaltos y una pelea. Con pasos inseguros, por instantes observaba la luna pero no despegaba mis ojos de cada callejón, mantenía mi mente alerta para impedirle a las ideas adueñarse de ella, movía los pies constantemente, a cada latido de mi corazón, aceleraba. De repente, en un breve descuido, unos brazos me sujetaron con fuerza, el peso de una mano encarceló mis palabras, intenté liberarme una y otra vez, pero cada que luchaba, los dedos marcaban mi cara y el cinturón, el resto de mi cuerpo; el chillido de una navaja estresó mis oídos y lo rasposo de una cuerda inmovilizaba mis manos. La sombra larga y ancha cubría la luz de la luna reflejada en mis ojos, cada minuto, la oscuridad era más espesa. Un frío inexplicable recorría mis venas, congelaba mi sangre y alteraba mis sentidos: la vista se confundía con el tacto, el olfato con el oído y el gusto, sólo me recordaba el sabor de la sosa cáustica que alguna vez ingerí por error en la infancia: amarga, quemante... La lengua y dientes de aquella sombra, invadían mi boca, hiriéndome los labios.

     Aquel cuerpo pesado, me arrojó al piso, el agua de los charcos mojaba mi ropa; esas manos gruesas, callosas, raspaban mi piel, antes tersa, ahora sucia y resquebrajada. Las piernas gruesas y ansiosas me suspendían el movimiento, debido a que las rodillas se acomodaron en la curvatura de las mías.  De nuevo, apareció el sonido del metal. Con las manos atadas a la espalda, cerré los ojos para alejarme de ese lugar y los labios para no probar el agua sucia de la calle. Ese frío plateado rasgó mi camisa, arrancó mi corbata y destajó mi pantalón, quitó toda tela que cubriera mi cuerpo. El viento soplaba enfriándome la conciencia; al mismo tiempo que el sonido de un cierre me erizaba las ideas, un gusano de piel se paseaba entre las curvas del deseo mojando cada parte de mí, yo intentaba deshacerme de ese bulto, pero las manos gruesas y pesadas detenían la batalla. Enojado, el gusano penetró con fuerza, quebrándome los tejidos y la voz, su lujurioso vaivén me rasgaba la piel, el resoplido gozoso y las gotas saladas de esa sombra quemaban como ácido mi cuerpo. Un líquido espeso emergió mezclándose con uno guinda, el ardor, los gritos de desesperación y dolor motivaban a la sombra agusanada a moverse con una velocidad incontrolable, esa presión hizo que mis ojos se desorbitaran, intenté golpearlo con la cabeza, pero el trancazo me fue devuelto con un corte plateado en los brazos; mordí mis labios para callarme, sólo anhelaba que eso terminara, el gusano continuó hasta hartarse, hasta que el agresor decidió alejarse del callejón. Mis glúteos moreteados me recordarían el resto de la vida mi virilidad mancillada. Desgarbado, me levanté, tomé lo poco que quedaba de mi ropa y continué mi camino.

     Ha pasado el tiempo, el contacto humano me enerva, el verme desnudo hace rechinar mis dientes, estallar mi mente y colapsarme de frío, al notar entre mis piernas, el mismo maldito gusano que me desgarró.

1 comentario:

  1. wow!... Qué forma tan impresionante de hacer esta narrativas sobre sucesos que aquejan y que no se puede decir o hablar al respecto, más claro queda el decir... Usamos la fantasía para poder poner nombre a lo que nos aterra.

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